Chlamydia y
Chlamydophila
La familia
Chlamydiaceae incluye dos géneros con importancia clínica, Chlamydia y
Chlamydophila, con tres especies responsables de enfermedad en el ser humano:
Chlamydia trachomatis, Chlamydophila psittaci y Chlamydophila pneumoniae (v.
cuadro–1). Otras especies se han incluido dentro de estos dos géneros, pero
son patógenos humanos poco frecuentes y no se comentan en este capítulo. Otras
especies se han situado en los dos géneros, pero son patógenos humanos
infrecuentes y no se describen en este capítulo.
Las bacterias
de la familia Chlamydiaceae se consideraron inicialmente virus debido a que son
lo suficientemente pequeñas como para atravesar filtros de 0,45 m y a que
son parásitos intracelulares obligatorios. Sin embargo, estos microorganismos
tienen las siguientes características de las bacterias: 1) poseen una membrana
interna y otra externa semejantes a las de las bacterias gramnegativas; 2)
contienen ácido desoxirribonucleico (ADN) y ácido ribonucleico (ARN); 3) poseen
ribosomas procariotas; 4) sintetizan sus propias proteínas, ácidos nucleicos y
lípidos, y 5) son sensibles a numerosos antibióticos antibacterianos.
Al contrario
de lo que ocurre con otras bacterias, las clamidias presentan un ciclo vital
peculiar, ya que pasan por formas infecciosas inactivas desde el punto de vista
metabólico (cuerpos elementales [CE]) y por formas no infecciosas con actividad
metabólica (cuerpos reticulados [CR]). Las propiedades que distinguen a los
tres patógenos humanos importantes se resumen en la tabla–1.
Familia Chlamydiaceae
Fisiología y
estructura
De un modo
parecido a una espora, los cuerpos elementales son resistentes a muchos
factores ambientales estresantes.
Aunque estas
bacterias no cuentan con la capa de peptidoglucanos rígida que existe en la mayor
parte de las restantes bacterias, su núcleo denso central se rodea de una
membrana citoplasmática y de una membrana externa de doble capa. La pared
celular contiene un lipopolisacárido (LPS) que es común a todos los miembros de
la familia. El LPS sólo tiene una actividad débil como endotoxina. La proteína
principal de la membrana externa (MOMP) de la pared celular es un componente
estructural importante de la membrana externa y es única de cada especie. C.
trachomatis tiene regiones variables en el gen que codifica esta proteína y son
responsables de las 18 variantes serológicas (llamadas serovar). También se
encuentran regiones variables parecidas en las MOMP de C. psittaci; por el
contrario, la MOMP de C.pneumoniae es homogénea y sólo se ha descrito una
serovar. Una segunda proteína de membrana externa muy conservada, OMP2, es
compartida por todos los miembros de la familia Chlamydiaceae. Esta proteína
rica en cisteína es responsable de los extensos puentes disulfuro que dan
estabilidad a los cuerpos elementales.
Los cuerpos
elementales no se pueden replicar, pero son infecciosos, de forma que se pueden
ligar a receptores en las células anfitrionas y estimular su captación por la
célula infectada. En esta localización intracelular, los cuerpos elementales
se convierten en cuerpos reticulares, la forma de clamidia con actividad
metabólica que se replica. Dado que en los cuerpos reticulares no existen
proteínas con extensos enlaces cruzados, esta forma resulta frágil a nivel osmótico;
sin embargo, se protegen por su localización intracelular.
Las
Chlamydiaceae se replican gracias a un ciclo de crecimiento único que se
produce dentro de las células anfitrionas susceptibles (v. figura–1). Este ciclo
se inicia cuando los cuerpos elementales infecciosos pequeños (300-400 nm) se
unen a las microvellosidades de las células susceptibles, tras lo cual se
produce una penetración activa en la célula anfitriona. Tras ser
internalizadas, las bacterias permanecen dentro de fagosomas citoplasmáticos,
en los que tiene lugar el ciclo de replicación. Si la membrana externa del
cuerpo elemental está intacta, se inhibirá la fusión de los lisosomas celulares
con los fagosomas que contienen los CE, lo que evitará la destrucción
intracelular. Si la membrana externa se lesiona o se inactivan las bacterias
mediante calor o recubrimiento por anticuerpos, se produce la fusión del
fagolisosoma con la consiguiente destrucción de las bacterias. A las 6-8 horas
de entrar en la célula, los cuerpos elementales se reorganizan en cuerpos
reticulares más grandes (800-1.000 nm) y con actividad metabólica. Las
Chlamydiaceae son parásitos de energía porque emplean la adenosina trifosfato
de la célula anfitriona para satisfacer sus necesidades energéticas. Algunas
cepas pueden depender también del anfitrión para que les aporten aminoácidos
específicos. Los cuerpos reticulares se replican mediante fisión binaria, igual
que otras bacterias, y las tinciones histológicas pueden detectar con facilidad
el fagosoma con los cuerpos reticulares acumulados, que se llaman inclusión. Unas
18-24 horas después de la infección, los cuerpos reticulares se empiezan a
reorganizar en cuerpos elementales de menor tamaño y entre 48 y 72 horas
después la célula se rompe y libera las bacterias infecciosas.
Chlamydia
trachomatis (v. cuadro–2)
C.
trachomatis tiene una serie de anfitriones limitados y las infecciones sólo se
producen en personas (v. cuadro–3). Las especies responsables de enfermedad
humana se subdividen en dos biovariantes (biovar): tracoma y linfogranuloma
venéreo (LGV). Estas biovar se dividen a su vez en serovar (serovariantes)
según las diferencias antigénicas en la proteína principal de la membrana
externa (MOMP). Las serovar específicas se asocian a enfermedades específicas
(v. tabla–2).
Cuadro–2. Resumen: Chlamydia trachomatis
Biología, virulencia y enfermedad
Bacilos gramnegativos pequeños sin capa de
peptidoglucanos en su pared celular
Parásitos intracelulares estrictos en el ser humano
Dos formas distintas: cuerpos elementales infecciosos y
cuerpos reticulares no infecciosos
El antígeno de lipopolisacárido lo comparte con otras
especies de Chlamydia y de Chlamydophila
Las principales proteínas de la membrana externa son
específicas de especie
Dos biovariantes se asocian a enfermedad en el ser
humano: tracoma y linfogranuloma venéreo (LGV)
Infecta a las células epiteliales cilíndricas no
ciliadas, cuboidales y transicionales
Evita la fusión del fagosoma con los lisosomas celulares
Los efectos patológicos del tracoma se deben a las
infecciones repetidas
Enfermedades: consulte el cuadro–3
Epidemiología
Son las bacterias de transmisión sexual más frecuentes en
EE. UU.
Tracoma ocular principalmente en el norte de África y
África subsahariana, en Oriente Medio, en el sur de Asia y en América del Sur
El LGV es prevalente en África, Asia y Sudamérica
Diagnóstico
El cultivo es muy específico pero relativamente
insensible
Las pruebas de antígeno (DFA, ELISA) son relativamente
insensibles
Las pruebas de amplificación molecular son las más
sensibles y específicas de las que puede disponerse actualmente
Tratamiento, prevención y control
El LGV se trata con doxiciclina o eritromicina
Las infecciones oculares o genitales se tratan con
acitromicina o doxiciclina
La conjuntivitis y la neumonía del recién nacido se
tratan con eritromicina
Las prácticas sexuales seguras y el tratamiento precoz de
las parejas sexuales ayudan al control de las infecciones
DFA, anticuerpo fluorescente directo; ELISA,
inmunoanálisis de adsorción ligado a enzimas.
Patogenia e inmunidad
El abanico de células que puede infectar C.trachomatis es
limitado. Los receptores para CE se restringen fundamentalmente a las células
del epitelio cilíndrico no ciliado, cuboidal y de transición que se encuentran
en las membranas mucosas de la uretra, el endocérvix, el endometrio, las
trompas de Falopio, el ano y el recto, aparato respiratorio y la conjuntiva.
La serovariante LGV se replica en los fagocitos mononucleares
presentes en el sistema linfático. Las manifestaciones clínicas de las
infecciones por clamidias son: 1) la destrucción directa de las células durante
la replicación, y 2) la respuesta inflamatoria del organismo anfitrión.
Las clamidias logran acceder al anfitrión a través de
mínimas abrasiones o laceraciones. En el LGV, las lesiones se forman en los
ganglios linfáticos que drenan el foco de la infección primaria (v. figura–2). La formación del granuloma es característico. Las lesiones se pueden volver
necróticas, atraer a los leucocitos polimorfonucleares y desencadenar un
proceso inflamatorio que se extienda a los tejidos circundantes. La posterior
rotura del ganglio linfático lleva a la formación de abscesos o de fístulas. La
infección con serovariantes no-LGV de C.trachomatis estimula una respuesta
inflamatoria grave con neutrófilos, linfocitos y células plamáticas.
La infección no confiere una inmunidad duradera. Por el
contrario, la reinfección induce de forma característica una respuesta inflamatoria
importante con posterior daño tisular.
Esta respuesta origina una pérdida de visión en pacientes
con infecciones oculares crónicas, y la cicatrización con esterilidad y
disfunción sexual en los aquejados de infecciones genitales.
Cuadro–3. Chlamydiaceae: resúmenes clínicos
Chlamydia trachomatis
Tracoma: proceso granulomatoso inflamatorio crónico de la
superficie del ojo que provoca ulceración corneal, cicatrización, formación de
pannus y ceguera
Conjuntivitis de inclusión de los adultos: proceso agudo
con secreción mucopurulenta, dermatitis, infiltrados corneales y
vascularización corneal en la enfermedad crónica
Conjuntivitis neonatal: proceso agudo caracterizado por
una secreción mucopurulenta
Neumonía del lactante: tras un período de incubación de 2
a 3 semanas, el niño presenta rinitis seguida de bronquitis con una tos seca
característica
Infecciones urogenitales: proceso agudo que afecta al
aparato genitourinario y se caracteriza por una secreción mucopurulenta; las
infecciones asintomáticas son frecuentes en las mujeres
Linfogranuloma venéreo: se desarrolla una úlcera indolora
en el lugar de la infección que desaparece de manera espontánea, seguida de
inflamación y tumefacción de los ganglios linfáticos que drenan la zona y la
ulterior aparición de síntomas sistémicos
Chlamydophila pneumoniae
Infecciones respiratorias: comprenden desde enfermedad
asintomática o leve a una forma grave de neumonía atípica que exige la
hospitalización del afectado
Ateroesclerosis: C. pneumoniae se ha asociado a la
presencia de placas inflamatorias en los vasos sanguíneos; no se ha definido de
manera definitiva su función etiológica en esta entidad
Chlamydophila psittaci
Infecciones respiratorias: pueden comprender desde la
colonización asintomática hasta una forma grave de bronconeumonía con infiltración
localizada de células inflamatorias, necrosis y hemorragia.
Tabla–2. Espectro clínico de las infecciones por
Chlamydia trachomatis
Serovariante Lugar de infección
A, B, Ba, C Fundamentalmente la conjuntiva
D-K Fundamentalmente el aparato urogenital
L1, L2, L2a, L2b, L3 Ganglios linfáticos inguinales
Epidemiología
C.trachomatis tiene una distribución universal y produce
tracoma (queratoconjuntivitis crónica), enfermedad oculogenital, neumonía y
LGV. El tracoma es endémico en el norte de África y el África subsahariana, el
Oriente Medio, el sur de Asia y América del Sur. La Organización Mundial de la
Salud calcula que unos 6 millones de personas están ciegas como consecuencia
del tracoma y más de 150 millones necesitan tratamiento. El tracoma es la
principal causa de ceguera evitable.
Las infecciones afectan fundamentalmente a los niños, los
cuales constituyen los principales reservorios de C.trachomatis en las áreas
endémicas. La incidencia de la infección es menor en los niños mayores y en los
adolescentes; sin embargo, la incidencia de la ceguera continúa aumentando
durante la edad adulta conforme progresa la enfermedad. El tracoma se transmite
de un ojo a otro a través de gotitas, las manos, la ropa infectada y las moscas
que van a los ojos, las cuales transmiten secreciones oculares de los ojos de
los niños infectados a los de los niños sanos. Debido al alto porcentaje de
niños portadores de C.trachomatis en sus aparatos respiratorios y gastrointestinales
en las áreas de endemicidad, el patógeno se puede transmitir también mediante
gotas respiratorias o mediante contaminación fecal. El tracoma suele ser
endémico en las comunidades donde existe hacinamiento y malas condiciones
sanitarias y la higiene individual es deficiente, es decir, los factores de
riesgo que facilitan la transmisión de infecciones.
La mayor parte de los casos de conjuntivitis de inclusión
de los adultos por C.trachomatis se registran en individuos de edades
comprendidas entre 18 y 30 años, y la infección genital precede probablemente a
la afectación ocular. Se cree que las vías de transmisión son la
autoinoculación y el contacto oral-genital. Una tercera forma de infección
ocular por C.trachomatis es la conjuntivitis de inclusión del recién nacido, una
infección que se adquiere durante el paso del niño a través del canal del parto.
La conjuntivitis por C.trachomatis afecta aproximadamente al 25% de los recién
nacidos cuyas madres padecen infecciones genitales activas.
La infección pulmonar por C.trachomatis tiene lugar también
en los recién nacidos. Una proporción del 10% al 20% de los niños que son expuestos
a este patógeno durante el nacimiento desarrolla una neumonía intersticial difusa.
Se cree que C.trachomatis origina la enfermedad bacteriana
de transmisión sexual más frecuente en EE. UU. En el año 2006, en este país se
comunicaron 1 millón de infecciones. Sin embargo, se cree que esta cifra es más
baja que la real debido a que la mayor parte de los sujetos infectados no recaba
tratamiento farmacológico o recibe un tratamiento en ausencia de un diagnóstico
específico. Se estima que 2,8 millones de estadounidenses se infectan cada año,
y el número de nuevas infecciones podría alcanzar los 50 millones de casos en
todo el planeta. Las serovariantes D a K originan casi todas las infecciones
del aparato genital.
El LGV es una enfermedad crónica de transmisión sexual
producida por las serovariantes L1, L2, L2a, L2b y L3de C.trachomatis. Ocurre
de forma esporádica en Norteamérica y otros países industrializados, pero tiene
una elevada prevalencia en África, Asia y Sudamérica. El LGV agudo se observa
más a menudo en los hombres, principalmente debido a que la infección
sintomática es menos frecuente en las mujeres.
Enfermedades clínicas
Tracoma
El tracoma es una enfermedad crónica producida por las
serovariantes A, B, Ba y C. Inicialmente, los pacientes tienen una
conjuntivitis folicular con inflamación difusa que afecta toda la conjuntiva.
La conjuntiva va presentando cicatrices conforme progresa la enfermedad,
haciendo que el párpado del paciente se retraiga. Las pestañas que crecen hacia
dentro producen excoriaciones en la córnea y finalmente ocasionan una
ulceración corneal, cicatrización, formación de pannus (invasión de los vasos
de la córnea) y pérdida de visión. Es frecuente que el tracoma recurra después
de una supuesta curación, probablemente debido a las infecciones subclínicas
que se han documentado en los niños de las zonas endémicas y en los inmigrantes
en EE. UU. que adquirieron el tracoma en sus países de origen durante la
infancia.
Conjuntivitis de inclusión en los adultos
En los adultos sexualmente activos se ha observado una
conjuntivitis aguda folicular producida por las cepas de C.trachomatis que se
asocian a las infecciones genitales (A, B, Ba, D y K). La infección se
caracteriza por la presencia de secreciones mucopurulentas, queratitis,
infiltrados corneales y, en algunos casos, un cierto grado de vascularización
corneal. Se han observado cicatrices en los pacientes con infección crónica.
Conjuntivitis neonatal
Las infecciones oculares se producen también en los niños
expuestos a C.trachomatis durante el parto. Después de una incubación de 5 a 12
días, los párpados del niño se hinchan, con hiperemia y abundantes secreciones
purulentas. Las infecciones no tratadas pueden durar hasta 12 meses, durante
los cuales se produce cicatrización y vascularización corneal. Los niños que no
se tratan o reciben únicamente un tratamiento tópico tienen riesgo de presentar
una neumonía por C.trachomatis.
Neumonía del lactante (v. caso clínico–1)
El período de incubación de la neumonía del lactante es
variable, pero suele comenzar entre 2 y 3 semanas después del nacimiento.
Inicialmente se observa rinitis, apareciendo después una tos en staccatotípica.
El niño permanece afebril durante la enfermedad clínica, la cual se prolonga
varias semanas. Los signos radiológicos de la infección pueden durar varios
meses.
Caso clínico–1. Neumonía por Chlamydia trachomatis en
lactantes recién nacidos
Niida y cols., describieron los casos de dos niñas
lactantes con neumonía por C. trachomatis. La primera nació tras un parto
vaginal a las 39 semanas de gestación y la segunda por cesárea (por sufrimiento
fetal) a las 40 semanas. Las dos niñas estaban bien hasta que desarrollaron fiebre
y taquipnea a los 3 y 13 días de nacer, respectivamente. Las radiografías de
tórax mostraron infiltrados en todos los pulmones. Los cultivos de sangre,
orina, faringe, heces y LCR fueron todos negativos, pero las pruebas
antigénicas para detección de C. trachomatis fueron positivas en los frotis de
conjuntiva y nasofaringe. Estos casos ilustran la presentación de neumonía en
lactantes infectados por C. trachomatis en el momento del parto o cerca del
mismo, aunque no se describe en ellos la tos en staccato característica.
Linfogranuloma venéreo ocular
Los serovariantes del LGV de C.trachomatis se han visto
implicados en la conjuntivitis oculoglandular de Parinaud, una inflamación de
la conjuntiva que se asocia a linfadenopatías preauriculares, submandibulares y
cervicales.
Infecciones urogenitales (v. caso clínico–2)
La mayoría de las infecciones del aparato genital en las
mujeres son asintomáticas (hasta el 80%), pero se pueden volver sintomáticas;
entre sus manifestaciones clínicas están la bartolinitis, la cervicitis, la
endometritis, la perihepatitis, la salpingitis y la uretritis. Los pacientes
asintomáticos infectados por clamidias son un importante reservorio para la
diseminación de C. trachomatis. En los pacientes con infecciones sintomáticas
se ven secreciones mucopurulentas (v. figura–3) y sus muestras suelen
contener un número más elevado de microorganismos en los cultivos que las
muestras de las pacientes con infecciones asintomáticas. La uretritis por C.trachomatis
puede tener lugar con o sin infección cervical acompañante.
La mayor parte de las infecciones por C.trachomatis en
los hombres son sintomáticas; sin embargo, hasta el 25% de las infecciones
pueden permanecer asintomáticas. Aproximadamente entre el 35% y el 50% de los
casos de uretritis no gonocócicas están producidas por C.trachomatis; no son
infrecuentes las infecciones mixtas por C.trachomatis y Neisseria gonorrhoeae.
Los síntomas de la infección por clamidias aparecen
después del tratamiento satisfactorio de la gonorrea, ya que el período de
incubación es más largo y el uso de antibióticos betalactámicos para tratar la
gonorrea es ineficaz frente a C.trachomatis. Aunque el exudado es menos purulento
en los pacientes con infecciones uretrales por clamidias, estas infecciones no
se pueden distinguir de una manera fiable de la gonorrea, por lo que se deben
llevar a cabo pruebas para ambos microorganismos.
Se cree que el síndrome de Reiter (uretritis,
conjuntivitis, poliartritis y lesiones mucocutáneas) se inicia con la infección
genital por C.trachomatis. Aunque no se han aislado clamidias del líquido
sinovial de estos pacientes, se han observado CE en el líquido sinovial o en
las muestras de tejido de los hombres con artritis reactiva adquirida por
transmisión sexual. Esta enfermedad suele ocurrir en varones blancos jóvenes.
Alrededor del 50% al 65% de los pacientes con síndrome de Reiter tienen una
infección genital por clamidias al inicio de la artritis, y los estudios
serológicos ponen de manifiesto que más del 80% de los hombres con síndrome de
Reiter muestran indicios de una infección previa o concomitante por
C.trachomatis.
Caso clínico–2. Síndrome de Reiter y enfermedad inflamatoria pélvica
Serwin y cols. (J Eur Acad Derm Vener 20:735-736, 2006)
describieron el caso de un varón de 30 años que consultó en un hospital
universitario por disuria de 3 años de evolución, con inflamación peniana,
tumefacción articular y fiebre. Se identificaron lesiones cutáneas y
alteraciones ungueales. Se encontraron altas concentraciones de anticuerpos
frente a Chlamydia, pero las pruebas antigénicas y los estudios de amplificación
de los ácidos nucleicos de Chlamydia trachomatis fueron negativos en los
exudados uretrales y conjuntivales. Se estableció el diagnóstico de síndrome de
Reiter y se inició tratamiento con ofloxacino. Se obtuvo remisión completa de
las lesiones cutáneas y los síntomas uretrales. La mujer del paciente también
fue ingresada en el hospital con antecedentes de 2 años de evolución de dolor
abdominal bajo y hemorragia y secreción vaginal. Se diagnosticó una enfermedad
inflamatoria pélvica (EIP) y se confirmó la infección por C. trachomatis por
los resultados positivos de antígenos en cérvix y uretra (DFA). En el frotis
vaginal se identificaron también Trichomonas vaginalis. Estos pacientes
ilustran las complicaciones de las infecciones urogenitales por C. trachomatis:
la EIP y el síndrome de Reiter.
Linfogranuloma venéreo
Tras un período de incubación de 1 a 4 semanas, en los pacientes
con LGV aparece una lesión inicial en el lugar de la infección (p. ej., pene,
uretra, glande, escroto, pared vaginal, cuello, vulva). Sin embargo, la lesión
(pápula o úlcera) pasa inadvertida, porque es pequeña, indolora, no llama la
atención y remite rápidamente. La ausencia de dolor diferencia a estas úlceras
de las que se observan en la sífilis o las infecciones por herpes simple. El
paciente puede presentar fiebre, cefalea y mialgias mientras está presente la
lesión.
La segunda fase de la infección viene marcada por la
inflamación y la tumefacción de los ganglios linfáticos que drenan el lugar de
la infección inicial. Los ganglios inguinales suelen estar afectados, y se
tornan bubones fluctuantes dolorosos que van aumentando de tamaño hasta romperse
y formar fístulas de drenaje. Las manifestaciones sistémicas son fiebre,
escalofríos, anorexia, cefalea, meningismo, mialgias y artralgias.
La proctitis es frecuente en las mujeres con LGV como
consecuencia de la extensión linfática desde el cuello o desde la vagina. La
proctitis se produce en los hombres después del coito anal o como resultado de
la diseminación linfática desde la uretra. El LGV que no se trata se puede
resolver en esta fase o puede progresar a una fase crónica ulcerativa en la que
se forman úlceras genitales, fístulas, estenosis o elefantiasis genital.
Diagnóstico de laboratorio
La infección por C.trachomatis se puede diagnosticar: 1)
por los hallazgos citológicos, serológicos o de cultivo; 2) mediante la
detección directa del antígeno en las muestras clínicas, y 3) por el uso de
sondas moleculares. La sensibilidad de cada método depende de la población de
pacientes examinada, el lugar del que se obtiene la muestra, y la naturaleza de
la enfermedad. Por ejemplo, las infecciones sintomáticas son generalmente más
fáciles de diagnosticar que las asintomáticas, porque hay más clamidias
presentes en las muestras de los pacientes con síntomas. También es importante
la calidad de la muestra. Debido a que las clamidias son bacterias intracelulares
obligatorias, las muestras se deben obtener del lugar afectado (p. ej., uretra,
cuello, recto, bucofaringe, conjuntiva).
No es adecuada una muestra de pus o de exudado uretral.
Las clamidias infectan las células cilíndricas o escamocilíndricas; por tanto,
se deben recoger muestras endocervicales, pero no vaginales. Se ha calculado
que alrededor del 30% de las muestras que se remiten para su estudio en los
pacientes con sospecha de infección por Chlamydia no son las apropiadas.
Citología
El examen de muestras celulares teñidas con Giemsa para
determinar la presencia de inclusiones fue el primer método que se usó para el
diagnóstico de la infección por C.trachomatis. Sin embargo, este método no es
sensible ni recomendable. Asimismo, se ha observado que la tinción de
Papanicolaou de material cervical es un método insensible e inespecífico.
Detección antigénica
Se han utilizado dos enfoques generales para la detección
de los antígenos de clamidia en las muestras clínicas: la tinción de
inmunofluorescencia directa con anticuerpos monoclonales conjugados con fluoresceína
(v. figura–4) e inmunoanálisis de adsorción ligada a enzimas. En ambas
pruebas se emplean anticuerpos que se han preparado frente a las MOMP
clamidiales o frente al LPS de la pared celular. Debido a que los determinantes
antigénicos de los LPS pueden ser comunes a otras especies bacterianas,
fundamentalmente las que se encuentran en las muestras fecales, las pruebas de
anticuerpos que se dirigen contra los LPS se consideran menos específicas. La
sensibilidad de cada método varía en gran medida, pero aun así ninguna de las
dos se considera tan sensible como el cultivo o pruebas basadas en los ácidos
nucleicos, especialmente cuando se usan muestras uretrales de hombres o
muestras de pacientes asintomáticos. Estas últimas suponen un problema, ya que
pueden contener relativamente pocas clamidias.
Pruebas basadas en los ácidos nucleicos
Las pruebas basadas en los ácidos nucleicos suelen medir
la presencia de una secuencia específica de especie del ARN del ribosoma 16S.
La ventaja de estas pruebas es que no es preciso amplificar los ácidos
nucleicos, lo que condiciona que sean estudios rápidos y relativamente baratos;
sin embargo, se trata de pruebas relativamente insensibles para la detección de
cantidades pequeñas de clamidias. Las pruebas de amplificación de los ácidos
nucleicos (NAAT) son más sensibles (en general se describen sensibilidades
entre el 90%-98%) y, si se controlan de forma adecuada, resultan muy específicas.
En estas pruebas primero se amplifica una secuencia específica de información
genética y posteriormente se detecta con una sonda específica para la especie.
Se puede emplear una orina espontánea de primera hora de la mañana de un
paciente con uretritis y también las secreciones uretrales. Se debe tener
cuidado de descartar la presencia de inhibidores (p. ej., orina) de la reacción
de amplificación y prevenir la contaminación cruzada de las muestras. A pesar
de estas precauciones, en este momento se considera que las NAAT son las
pruebas de elección para el diagnóstico en el laboratorio de las infecciones
genitales por C. trachomatis.
Cultivo
El aislamiento de C.trachomatis en el cultivo celular
continúa siendo el método más específico para diagnosticar las infecciones por
C.trachomatis, pero resulta relativamente insensible comparado con las técnicas
de amplificación de ácidos nucleicos (v. figura–5). Las bacterias infectan
in vivo a un número restringido de líneas celulares, al igual que ocurre con el
reducido abanico de células que logran infectar en condiciones in vivo. La
sensibilidad del cultivo se ve afectada por la utilización de muestras
inadecuadas y la pérdida de viabilidad de las clamidias durante el transporte
de la muestra. Se ha calculado que la sensibilidad de los hallazgos de una sola
muestra endocervical pueden ser sólo del 70% al 85%.
Detección de anticuerpos
La serología tiene un valor limitado en el diagnóstico de
las infecciones urogenitales por C.trachomatis en adultos, dado que la prueba
es incapaz de diferenciar entre infecciones actuales y previas. Puede ser útil
la demostración de un aumento significativo del título de anticuerpos; sin
embargo, este incremento puede no ser evidente durante 1 mes o más, en especial
en los pacientes que reciben tratamiento antibiótico. La determinación de los
anticuerpos de tipo IgM tampoco resulta de utilidad, ya que los adolescentes y
los adultos no suelen producir estos anticuerpos. Una excepción es la detección
de anticuerpos IgM en los niños con neumonitis por clamidias.
Por otra parte, las pruebas de anticuerpos pueden ser útiles
para el diagnóstico del LGV. Los pacientes infectados presentan una importante
respuesta humoral que puede ser detectada mediante pruebas de inmunofijación
del complemento, microinmunofluorescencia (MIF), o inmunoanálisis enzimático
(EIA). La prueba de FC se dirige contra el antígeno LPS específico de género.
Por tanto, un resultado positivo (es decir, un aumento de cuatro veces en el
título o un único título 1:256) es muy sugestivo de LGV. La confirmación se
efectúa mediante la prueba de MIF, la cual se centra en los antígenos
específicos de especie y de serovariante (las MOMP clamidiales). Al igual que
la prueba de FC, los EIA son específicos de género. La ventaja de estas pruebas
es que son menos engorrosas desde el punto de vista técnico. Sin embargo, los
resultados se deben confirmar por medio de técnicas de MIF.
Tratamiento, prevención y control
Se recomienda que los pacientes con LGV se traten con
doxiciclina durante 21 días. En los niños menores de 9 años, en las embarazadas
y en los pacientes que no son capaces de tolerar las doxiciclina, se recomienda
el uso de eritromicina. Las lesiones oculares y genitales en los adultos se
deben tratar con una única dosis de acitromicina o 7 días de doxiciclina. La
conjuntivitis y la neumonía del recién nacido se deben tratar con eritromicina
durante 10 a 14 días.
Es difícil prevenir el tracoma debido a que la población
con enfermedad endémica tiene generalmente un acceso limitado a la asistencia
médica. La ceguera que se asocia a las fases avanzadas del tracoma únicamente
se puede evitar mediante el tratamiento precoz de la enfermedad inicial y la prevención
de la reexposición. Aunque el tratamiento puede tener éxito en los individuos
que residen en las zonas donde la enfermedad es endémica, resulta difícil
erradicar la enfermedad en la población y evitar las reinfecciones si no se
mejoran las condiciones sanitarias. Las conjuntivitis y las infecciones
genitales por Chlamydia se previenen con prácticas sexuales seguras y con el tratamiento
precoz de los pacientes sintomáticos y de sus parejas sexuales.
Chlamydophila pneumoniae
C.pneumoniae se aisló por primera vez en la conjuntiva de
un niño en Taiwán. Se consideró inicialmente como una cepa causante de
psitacosis, ya que la morfología de las inclusiones que formaban en el cultivo
celular era parecida. Sin embargo, posteriormente se observó que la cepa de
Taiwán (TW-183) tenía relación serológica con un aislamiento faríngeo conocido
como AR-39, pero no estaba relacionado con las cepas de la psitacosis. El nuevo
microorganismo se llamó inicialmente TWAR, a continuación se clasificó como
Chlamydia pneumoniae, y finalmente se situó en el nuevo género Chlamydophila.
Tan sólo se ha identificado un serovariante (TWAR). La
infección se transmite a través de las secreciones respiratorias; no se ha
identificado ningún reservorio animal.
C.pneumoniae es un patógeno del ser humano. Es una causa
importante de bronquitis, neumonía, faringitis y sinusitis. Se cree que las
infecciones se transmiten de una persona a otra mediante las secreciones
respiratorias. La prevalencia de infección resulta muy discutida y en la
bibliografía se recogen amplias variaciones, en gran parte debidas a la notable
variación de los métodos diagnósticos. La mayor parte de las infecciones por
C.pneumoniae son asintomáticas o leves, produciendo tos persistente y malestar;
la mayoría de los pacientes no necesita hospitalización. Las infecciones
respiratorias más graves afectan generalmente a un único lóbulo pulmonar. Estas
infecciones no se pueden distinguir de otras neumonías atípicas, como las
producidas por Mycoplasma pneumoniae, Legionella pneumophilay los virus
respiratorios.
El papel de C.pneumoniae en la patogenia de la ateroesclerosis
no está todavía definido. Se sabe que C.pneumoniae puede infectar y crecer en
las células del músculo liso, las células endoteliales de las arterias
coronarias y los macrófagos. También se ha detectado su presencia en muestras
de biopsias de lesiones ateroescleróticas, por medio de cultivos, amplificación
por PCR, tinciones inmunohistoquímicas, microscopia electrónica e hibridación
in situ. Por tanto, la asociación de C.pneumoniae a la ateroesclerosis está
clara. Lo que no está bien delimitado es el papel del microorganismo en el
desarrollo de la ateroesclerosis. Se cree que la enfermedad se desarrolla como
consecuencia de la respuesta inflamatoria frente a la infección crónica, aunque
aún no se ha demostrado.
El diagnóstico de las infecciones por C.pneumoniae es
complejo. Los microorganismos no crecen en las líneas celulares que se usan
para el aislamiento de C. trachomatis, y aunque lo hacen en la línea HEp-2,
dicha línea no se usa en la mayor parte de los laboratorios clínicos. La
detección de C.pneumoniae mediante pruebas de amplificación de ácidos nucleicos
ha obtenido resultados satisfactorios; sin embargo, se han descrito notables
variaciones entre los laboratorios con experiencia en el uso de estas pruebas.
La prueba de microinmunofluorescencia (MIF) es la única aceptable para el
diagnóstico serológico. Los criterios para el diagnóstico de una infección
aguda por C. pneumoniae son un título único de IgM [1]1:16
o un aumento al cuádruple del título de IgG. Un título elevado de IgG de forma
aislada no es diagnóstico. Dado que los anticuerpos IgG no aparecen hasta 6-8
semanas tras la infección, las pruebas serológicas tienen un valor limitado en
el diagnóstico de la infección aguda.
Los macrólidos (acitromicina, eritromicina y claritromicina),
la doxiciclina o el levofloxacino se recomiendan para el tratamiento de las
infecciones por C. pneumoniae, aunque las evidencias a favor de su uso son
limitadas. El control de la exposición a C. pneumoniae posiblemente resulte
difícil porque la bacteria es ubicua.
Chlamydophila psittaci (v. caso clínico–3)
C.psittaci es la causa de la psitacosis (fiebre del
loro), que se puede transmitir al ser humano. La enfermedad se observó por
primera vez en los loros, de ahí el nombre de psitacosis (psittakos es la
palabra griega para loro). No obstante, el reservorio natural de C.psittaci es
casi cualquier especie de ave, y la enfermedad se ha denominado más
correctamente como ornitosis (que deriva de la palabra griega ornithos, ave).
Otros animales como las ovejas, vacas y cabras, así como el ser humano, se
pueden infectar. El microorganismo está presente en la sangre, los tejidos, las
heces y las plumas de los animales infectados, que pueden parecer enfermos o
sanos.
La infección penetra a través del aparato respiratorio,
desde donde las bacterias se diseminan a las células reticuloendoteliales del
hígado y del bazo. Los microorganismos se multiplican en estas localizaciones,
produciendo una necrosis focal. Los pulmones y otros órganos se ven afectados como
consecuencia de la diseminación hematógena, que produce fundamentalmente una
respuesta inflamatoria linfocitaria en los alvéolos y en los espacios
intersticiales. En estas localizaciones aparece edema, engrosamiento de la
pared alveolar, infiltración de macrófagos, necrosis y algunas veces hemorragia.
En los bronquíolos se forman tapones de mucosidad, que producen cianosis y
anoxia.
En EE. UU. se comunican menos de 25 casos anuales de la
enfermedad, siendo la mayor parte de las infecciones en adultos. Sin embargo,
este número representa una estimación más baja que la verdadera prevalencia de
la enfermedad, porque: 1) las infecciones humanas pueden ser asintomáticas o
leves; 2) puede que no se sospeche la exposición a un animal infectado; 3)
puede que no se recoja suero en el período de convalecencia para poder
confirmar el diagnóstico, y 4) el tratamiento antibiótico puede enmascarar la
respuesta humoral. Además, debido a las reacciones cruzadas con C.pneumoniae,
la estimación específica de la prevalencia de la enfermedad puede no ser fiable
hasta que no se desarrolle una prueba diagnóstica definitiva.
Caso clínico–3. Psitacosis en un varón previamente
sano
Scully y cols. (N Engl J Med 338:1527-1535, 1998)
describieron el caso de un varón de 24 años que fue ingresado en un hospital
local por dificultad respiratoria aguda. Varios días antes del ingreso, empezó
a presentar congestión nasal, mialgias, tos seca, disnea leve y cefalea. En el
momento previo al ingreso, la tos se hizo productiva y presentó dolor
pleurítico, fiebre, escalofríos y diarrea. Las radiografías mostraron una
consolidación del lóbulo superior derecho de los pulmones con infiltrados
parcheados en el lóbulo inferior izquierdo. A pesar de que el tratamiento
antibiótico incluyó eritromicina, doxiciclina, ceftriaxona y vancomicina, su
estado pulmonar no empezó a mejorar hasta los 7 días y no recibió el alta
hospitalaria hasta pasado 1 mes del ingreso. La anamnesis detallada puso de
manifiesto que este paciente había estado expuesto a loros en un hotel durante
sus vacaciones. El diagnóstico de neumonía por C. psittaci se estableció por
pruebas serológicas e identificación del microorganismo en cultivo celular.
La bacteria se suele transmitir al ser humano a través de
la inhalación de los excrementos secos, de la orina o de las secreciones
respiratorias de las aves del tipo del loro (p. ej., loros, periquitos,
guacamayos, cacatúas). La transmisión de una persona a otra es infrecuente. Los
veterinarios, los cuidadores del zoológico, los trabajadores de las tiendas de
mascotas y los empleados de las plantas de procesamiento de las aves de corral
presentan un riesgo mayor de padecer esta infección.
La enfermedad se produce tras un período de incubación de
5 a 14 días, y se suele manifestar con cefalea, fiebre alta, escalofríos,
malestar general y mialgias (v. figura–6). Los signos pulmonares son tos no
productiva, crepitantes y consolidación. Es frecuente la afectación del sistema
nervioso central, que consiste generalmente en cefalea, aunque puede ocurrir
encefalitis, convulsiones, coma e incluso la muerte en los casos graves que no
se tratan. Los pacientes presentan síntomas gastrointestinales como náuseas,
vómitos y diarrea. Otros síntomas sistémicos son carditis, hepatomegalia, esplenomegalia
y queratoconjuntivitis folicular.
La psitacosis se suele diagnosticar por los hallazgos
serológicos. Un aumento de cuatro veces en el título en la prueba de FC
realizada en dos sueros (de la fase aguda y de la fase de convalecencia) es
sugestivo de infección por C.psittaci, pero se debe llevar a cabo la prueba
específica del MIF para confirmar el diagnóstico. C.psittaci se puede aislar
del cultivo celular (p. ej., con células L) después de 5 a 10 días de incubación,
aunque este procedimiento rara vez se efectúa en los laboratorios clínicos.
Las infecciones se pueden tratar con éxito con
tetraciclinas o macrólidos. La transmisión de una persona a otra rara vez tiene
lugar, por lo que no es necesario el aislamiento del paciente ni el tratamiento
profiláctico de los contactos. La psitacosis solamente se puede prevenir
mediante el control de las infecciones en las aves domésticas e importados.
Este control se puede lograr tratando las aves con clortetraciclina durante 45
días. No se dispone en la actualidad de vacuna para esta enfermedad.
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